Las pesadillas aumentan, mi fin está cerca. Llevo encerrado tantos días y noches, que me sería imposible calcularlas. Así que contaré mi historia una vez más. Sé que nadie creerá las palabras que estoy a punto de escribir. Tanto por mi condición y mi historia me tacharán de loco, pero no me importa más. Debo vaciar estas imágenes de mi mente para volar. Para irme lejos con mi Elenore, mi amor... Escribiré para descansar, para poner fin a todo esto. La escribiré por ella, mi querida Elenore...
Hay una historia antes de los tentáculos, hay cosas antes del silbido y esos horripilantes gritos. Podría jurar que pasaron cosas extrañas antes de escuchar el goteo de la sangre... tic, tic, tic... Pero no las recuerdo. Así que comenzaré con lo único con lo que puedo iniciar:
Todo comenzó con una llamada.
Eran cerca de las 11:00 p.m., y yo estaba en la cama. Abrazaba a Eleonore por
última vez, la arropaba con mis brazos como cada noche. Su aroma llenaba mis
pulmones y no había nada que quisiera más que eso. El teléfono sonó, sacándonos
a ambos de nuestro letargo.
—¿Bueno?
—Barney,
soy Phillips. Hay una situación, te necesitamos. —La voz de Phillips parecía agitada.
—¿Qué
ha ocurrido?, ¿dónde están?
—Abbey
Road, en la casa abandonada de los Aldrich. Ven pronto.
—Voy
en camino.
Colgué
el teléfono, y besé la mejilla de Elenore.
—¿Te
vas? Yo también tengo una situación aquí. Necesito a mi detective en casa.
—No
tardaré, mi amor. Phillips me necesita, se escuchaba algo agitado.
—¿Qué
ha ocurrido? —Dijo poniendo su mano en mi hombro.
—No
lo sé. Seguramente malhechores se han hecho de la casa de los Aldrich. —Contesté mientras me levantaba de la cama.
—¿O
el espíritu de los Aldrich aún sigue atormentando a los vecinos? Quédate, amor.
—Volveré
pronto. —Me puse los pantalones. —No puedo dejar a mis
chicos solos. —Le decía mientras me calzaba las botas.
—No
tardes.
—Jamás,
mi amor. —Me puse la camisa y caminé hacía la puerta. Voltee y vi la silueta de
Elenore sobre la cama. Su contorno brillaba con la luz que se colaba por la
ventana. Regresé y la besé, la besé queriendo no separarme jamás de sus labios
tan dulces, de su piel tan clara y fresca. —Regresaré —Le mentía mientras salía
por la puerta.
La
lluvia golpeaba fuerte contra mi auto, era cerca de la medianoche cuando
llegué. La casa se erguía como un monstruo negro sobre el horizonte. Una mansión
enorme, abandonada desde hace varios años. Todos los integrantes de la familia
Aldrich habían sido brutalmente asesinados. El culpable había sido el hijo
mayor, un loco que al final se suicidó. Al no quedar ningún heredero, la casa
fue puesta en venta, pero el miedo de la gente por los brutales asesinatos,
combinada con la alejada posición de la vivienda, habían terminado por dejar la casa abandonada desde entonces. De vez en cuando, gente ajena entraba a la
casa y la usaba con motivos ilegales –Tráfico de órganos, destilación de
alcohol adulterado o fábrica de drogas- , ya que al estar muy alejada de la
ciudad y ser tan grande, era perfecta para esta clase de clandestinidades. Obligando al gobierno a contratar policías que la vigilaran de vez en cuándo. Muchos sospechosos habían sido sorprendidos desde entonces, pero al entrar a la casa, se esfumaban. La habíamos revisado a fondo, de arriba a abajo, cada habitación y rincón, pero no habíamos encontrado nada. Creímos en su momento que eramos malos buscadores y ellos buenos escondiéndose, ahora veo lo equivocado que estaba.
Llegué al fin a la entrada de la mansión, las
patrullas rodeaban la casa, y el área se encontraba acordonada. Había
mas gente de la que esperaba. Bajé del auto y logré ver cerca de veinte
oficiales rodeando el área.
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